jueves, 8 de agosto de 2013

El castigo es nuestro

El castigo es nuestro. Nuestro. NUESTRO.

Ahora que se habla tanto del mal hacer de los políticos en este país, es bueno hablar de quién tiene la responsabilidad de ese castigo. Sí, el castigo a los políticos en democracia sólo puede venir de los ciudadanos; por eso es nuestro, de la ciudadanía, de los votantes. Es nuestro y lo ejercemos en la calle y en las urnas. En las urnas cada cuatro años y en la calle cada día. Sí, cada día. A todas horas podemos castigar a nuestros políticos.

Cada cuatro años el castigo es nuestro. Cada cuatro años los ciudadanos tenemos la oportunidad de decir alto y claro que las políticas de un gobierno (nacional, regional o local) no nos han gustado ni nos han satisfecho o, por el contrario, decir que sí nos han gustado y sí estamos satisfechos con ese gobierno. Esta oportunidad es única y sólo de la ciudadanía. Sin embargo, muchos políticos no parecen enterarse...

Como he dicho, los ciudadanos podemos dar legitimidad de resultado a un gobierno o abrirle las puertas a otro y ése es el castigo que ejercemos con nuestro voto. Ése debe ser el único castigo que se deba dar a un gobierno por vía externa. Ya vendrán los congresos y las dimisiones, eso es interno de un partido, eso es privado. Lo público nos corresponde a nosotros y así lo ejercemos.

Cuando se produce un cambio de gobierno el castigo a los salientes ya está hecho y nuestra clase política, la actual y, en mi caso, la nacional, la regional y la local, no tiene derecho a castigar a los gobiernos anteriores. No lo tiene. No tiene derecho a criticar al gobierno anterior porque eso corresponde a la ciudadanía. Ya lo hemos hecho. No han sido reelegidos y ése es su castigo.

Señores políticos (nacionales, regionales y locales), no les votamos para que recuerden los errores de un gobierno saliente. No. Les votamos para que cumplan sus promesas, aunque esto suene raro. Sí: les votamos para que cumplan sus promesas. Para que hagan promesas viables y no nos engañen con un programa electoral del cual no pueden cumplir ni la mínima parte. Sí, señores políticos, les votamos para eso. No queremos que nos repitan lo malo que fue el anterior gobierno; eso ya lo sabemos y por eso no lo hemos vuelto a votar. Nuestro voto es para que cumplan su programa. Ya está.

Todo esto viene a cuenta de que, no sé si ustedes también, ya estoy harta de escuchar a todas horas en todos los medios de comunicación lo malo que fue el anterior gobierno nacional, regional y local. NO. BASTA. Le votaron para otra cosa. Le votaron para cumplir sus promesas, sean cuales sean. Punto y final.

Sin embargo, hay otro castigo que la ciudadanía puede (y debe) ejercer no ya cada cuatro años, sino cada día. Cada día tenemos la oportunidad de expresar nuestra satisfacción o nuestro enfado hacia las decisiones políticas. De cualquier índole. Tenemos derecho a eso y debemos asumir de que es nuestro deber. Es nuestro deber porque, y seguramente estarán hartos de esta frase, una democracia no es ir a votar cada ciertos años. Una democracia es más que eso: es votar pero también es constancia. Constancia en cuanto a resultados: la ciudadanía debe exigir resultados constantemente ante las decisiones tomadas por nuestra clase política. Si esos resultados nos satisfacen, vuelvan a votarlos. Si no, cada día tienen la oportunidad de expresarlo y, en unos años, de cambiar su elección de voto. Constancia en cuanto a información: la ciudadanía debe estar informada de las decisiones y actos que se llevan a cabo, actos que, aunque creamos que no, nos conciernen. El precio de la gasolina es política; el de la luz, también; el del agua, también; el de la compra en el supermercado, también... Nuestra plaza en un colegio, instituto, universidad, nuestra consulta médica, nuestra farmacia, etc. Esto es más familiar, ¿no? Pues depende de la política y la política, de nosotros, de la ciudadanía.

Por eso, el castigo es nuestro y sólo nuestro. Por eso, el reconocimiento también es nuestro y sólo nuestro. De los ciudadanos. 

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