miércoles, 30 de octubre de 2013

Entre la curiosidad y el deseo

Hoy me parece un día especial para este blog porque tengo el placer de compartirlo con una gran amiga y porque creo que sus palabras harán un poco más "grande" este pequeño espacio en la red y a la que no puedo dejar de darle las gracias, por todo. 

N. C. 

Sin más pretensiones, agradezco a la administradora de este blog, Mª Cristina, que me haya cedido en él un hueco para que, juntos, nos hagamos reflexionar. 

Se me ocurren tantos temas interesantes sobre los que reflexionar que me resulta prácticamente imposible conjugarlos todos aquí mediante enlaces más o menos coherentes. Hoy ha habido una idea que, a la fuerza, se ha ganado el protagonismo de este artículo: la expectativa. Derivada del latín expectare, observar. Observemos. 

Ahora me interesa sobre todo la expectativa general, no concreta, aunque, claro está, que las consideraciones sobre la primera se pueden aplicar fácilmente a la segunda. Al esperar algo, creas expectativas. Considero esto algo inevitable, como una mezcla de "adivinación del futuro" y de "anhelo personal". El ser humano quiere saber qué va a pasar y en sus cábalas siempre hay un espacio para sus intereses. Curiosidad y deseo, bonita pareja que, por cierto, podría compararse sin dificultad con "la realidad y el deseo" de Cernuda. Las expectativas, qué duda cabe, pueden ser también negativas, pero eso ahora no nos interesa. Tratamos las buenas o, al menos, las que consideramos de esta manera. En este sentido, podemos preguntarnos cuánto duran las expectativas. ¿Cuánto hemos de esperar? Tenemos un anhelo, cualquiera, abstracto, que esperamos que se cumpla de un día para otro. Los días pasan y nada cambia. ¿Cuál es el punto de inflexión? ¿En qué momento hemos de rechazar esa expectativa? ¿Queremos realmente rechazarla? Son demasiadas preguntas y me temo que no soy capaz de dar una respuesta. Mi lado pesimista dice: "sé realista". Mi lado optimista, opina, sin embargo, que quizá mañana será el día. ¿Qué prefiero? ¿La frustración de hoy o la frustración diaria constante? No siempre podemos elegir conscientemente.

Hay quien dice que "a mi generación" -la de los noventa, aunque también incluyo a la anterior- le hicieron demasiadas promesas de futuro estable, es decir, que nuestra vida adulta transcurriría tal y como veíamos transcurrir, desde nuestra corta infancia, las vidas de los demás. Estas mismas personas sostienen que esas promesas, rotas con la crisis actual, nos conducen al desengaño, a la desilusión, y, con ello, a la frustración. Nos prometieron trabajo, ahora nos lo niegan; nos prometieron vivienda, ahora nos la niegan; nos prometieron educación de calidad, ahora nos la niegan; nos prometieron sanidad gratuita, ahora nos la niegan. ¿Hasta qué punto fueron "promesas"? ¿No serían las expectativas que nosotros mismos construimos? ¿Qué hacer con ellas? Volvemos a las preguntas para las que, de nuevo, carezco de respuestas. 

Los mensajes negativos llegan desde todas las partes de la sociedad, tanto es así que una persona que se consideraba a sí misma pesimista puede acabar sorprendiéndose cada día al repetirse mensajes de optimismo una y otra vez. Aunque el pesimismo nos rodee, lo peligroso es dejarnos absorber por él. A veces, cuando alguien analiza la situación actual y habla sobre el futuro inexistente, oscuro y miserable de "mi generación", parece que ya no podemos hacer nada. Todo es inevitable. Dejémonos llevar al precipicio. Yo soy partidaria de la opción contraria, una totalmente opuesta. ¿Ése es nuestro sino? Rebelémonos contra él. Creemos nuevas expectativas en base a nuestras propias capacidades. Exijámonos el máximo a nosotros mismos, exijámoselo a quienes tienen el poder para cambiar. Organicémonos, debatamos, dialoguemos, lleguemos a acuerdos. El individualismo no nos ayudará. En una sociedad en la que los poderosos que nos oprimen buscan dividirnos -a los "frustrados", la "generación sin futuro", los "desengañados"-, la mejor reacción es la colaboración. La democracia. Todos juntos, sin discriminación. Debemos intentarlo, debemos construir nuevas expectativas.

sábado, 12 de octubre de 2013

12 de octubre

Feliz día a todos. A los que celebran el Pilar, a los que celebran el Día de las Fuerzas Armadas, a los que celebran la patrona de la Guardia Civil o a los que simplemente celebran el 12 de octubre, ya sea desde un punto de vista u otro. 

Para mi esta entrada es bastante especial, puesto que estoy trabajando y trabajaré durante los próximos meses sobre esta fiesta en una etapa concreta y todo lo que llevo leído (aunque todavía me queda mucho por aprender) me indica las diversas versiones que tiene esta fecha y las diferentes versiones que tiene no es sino el amplio abanico ideológico que encontramos en la sociedad española: la parte religiosa, la imperialista, la cultural, la lingüística, la de cooperación y ayuda, la del anhelo del pasado, etc. Por eso, hoy, quería trazar unas líneas de lo que ha sido esta fiesta desde su primera celebración. 

En la fiebre de conmemoraciones a nivel internacional que hubo a finales del siglo XIX, España no se podía quedar atrás y decidió celebrar el IV Centenario de la llegada de Colón a América en 1892. Sí, parece algo descabellado cuando España tenía problemas con sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pese a esto, el espíritu de celebración no era otro sino el de conmemorara la hazaña de Cristóbal Colón. Esta fiesta fue seguida de otras muchas en los siguientes años, aunque no de manera oficial hasta 1918. ¿Cómo podemos explicar que en pleno Desastre del 98, en plena crisis de identidad, nos dediquemos a celebrar este acontecimiento? Algunos apelaban a que las antiguas Indias eran hijas de España y, como hijas que eran, se habían independizado, marchado del hogar para emprender su camino, un camino del que España, como madre, no se apartaría. Otros sólo recordaban la gloria de aquel reino en el que no se ponía el Sol y el cual había que buscar. Otra corriente celebraba los lazos culturales, lingüísticos y religiosos que, por Historia, América Latina y España comparten. Todas estas corrientes celebraban un mismo día. 

Para los católicos, el 12 de octubre coincide con el aniversario de la aparición de la Virgen, en advocación del Pilar, a Santiago Apóstol a orillas del Ebro cuando estuvo evangelizando la península en el 40 d. C. 

Unamuno, Ortega y Gasset, Ramiro de Maeztu, etc., grandes personajes de la España de la época se postularon a favor y en contra de algunas de estas posturas en una fiesta que no dejaba de celebrarse año tras año. Es curioso cómo esta fiesta ha pasado por una etapa liberal (1892, 1918-1923), una dictadura (1923-1931), una república (1931-1939), una guerra civil (1936-1939), otra dictadura diferente (1936-1975) y una democracia (1975-actualidad). ¿Cómo es posible esto? Además, lo más curioso es que en cada etapa se destacaba una de las versiones o de las cualidades de esta fiesta: la cultura y la lengua, la religiosidad, el imperialismo, la cooperación, etc. 

Para hacernos una idea, durante la Guerra Civil en España, durante el 12 de octubre se podían oír dos coplas diferentes:

La Virgen del Pilar dice
que no quiere ser francesa,
que quiere ser capitana
de la tropa aragonesa

Esta en el bando nacional, rememorando la Guerra de la Independencia, pero esta era del bando republicano:

La Virgen del Pilar dice
que no quiere ser fascista,
que quiere ser capitana
del obrero comunista

¿Con cuál de las dos nos quedamos? ¿Se ve la polarización o el maniqueísmo de este día? Y estas coplas son del año 1936 pero nos podemos trasladar a la actualidad: ¿vamos a Madrid a reivindicar la unidad del país o nos quedamos, por ejemplo, en Cataluña diciendo que no es nuestra fiesta nacional? ¿Vamos a celebrar el recuerdo de un imperio desde el punto de vista de metrópoli o vamos a celebrar la cultura que ambos lados del Atlántico compartimos? Según la respuesta que den, ahí tienen su visión de este día. 

Esto nos puede hacer reflexionar de cómo las fiestas tienen un significado que, a veces, pasamos por alto los ciudadanos pero es un poder tan grande y tan eficaz que nos sorprenderíamos si fuéramos conscientes de él. Disfruten del día. 

jueves, 10 de octubre de 2013

La mala educación

Parece que el hombre siempre se acuerda de Santa Bárbara cuando truena... es así, lo he comprobado varias veces. Ahora que truena, nos acordamos de nuestro sistema educativo: la centralización o descentralización de los contenidos educativos, la sangría económica de cada septiembre con los libros de texto, la Religión, la Educación para la Ciudadanía, los colegios mixtos, los concertados, los privados, los que segregan por sexo, los bilingües, los de barrio, el horario de los profesores, el fracaso escolar, el ejercicio de la violencia de profesores y/o alumnos, las becas a los universitarios, las becas de comedor, las ayudas a la movilidad, etc. Podría seguir así bastantes líneas más pero ya es suficiente.

Nos vanagloriamos de decir que España lleva más de 30 años en democracia pero no lleva más de dos generaciones con la misma ley educativa. La cambia Suárez y luego no le gusta a González. González vuelve a cambiar de idea y llega Aznar. Después Zapatero y ahora Rajoy. Perdonen la expresión pero cambiamos más de ley educativa que de bragas. 

Al trajín que conlleva cambiar una ley educativa hay que sumar un debate político sobre ésta más intenso: la LOGSE es un disparo a la educación, la LOCE, la LOE y ahora la LOMCE. Todas lo son pero para el contrario. Llevamos 30 años en democracia y no hemos sido capaces de ver que la educación debe estar por encima de cualquier ideología. La educación y otras cuestiones pero, por desgracia, la educación y esas otras cuestiones son las que más cambios sufren en una legislatura, sobre todo si hay cambio de gobierno. 

Ahora que truena, España se acuerda de Santa Bárbara. Vemos programas en los que nos demuestran la perfecta e idealizada, por nosotros, educación finlandesa al mismo tiempo que oímos las siguientes noticias en España: "un alumno pega a un profesor", "el abandono escolar se acerca a porcentajes escandalosos", "los colegios no tienen presupuesto para poner la calefacción", "los materiales didácticos cada vez son más costosos o se quedan obsoletos", "las instalaciones dejan mucho que desear en algunos casos" y así hasta un largo etcétera. 

Ahora que estamos reflexionando, preguntémonos: ¿de quién es la culpa de todo esto? La sociedad española lleva sin preocuparse de la educación toda su vida prácticamente. Es más, si ha habido cuestiones por las que la sociedad se manifestara en materia educativa era por la Religión o por la Educación para la Ciudadanía. Admitamos que más de uno se ha mofado del horario de los profesores, con más de dos meses de vacaciones, más las de Navidad y Semana Santa, más los puentes y los fines de semana. Dar dos clases y a casa, a cobrar. Seamos honestos, hemos pensado así.

Como ya se empieza a oír la tormenta empezamos a preocuparnos: llega la crisis y los recortes. "No vamos a tocar el presupuesto educativo", dicen todos. No lo tocan, lo "racionan", "administran", "igualan" pero no lo tocan. Llega la crisis y nos damos cuenta que el material escolar es demasiado caro, que las editoriales nos timan por tener que comprar los libros cada año porque son versiones nuevas que han incluido un mapa más en el libro de Historia o un poema más en el de Literatura. Lo dicho, Santa Bárbara nunca falla. 

Este es el mal de nuestra sociedad, que nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Ahora nos quejamos de las becas, que las recortan. ¿Quién no conoce a alguien que se ha gastado indebidamente el dinero de la beca? ¿Tiene derecho un alumno a una beca y suspender las asignaturas? ¿Debería entonces exigir el Estado la devolución de la beca más intereses por mal uso? No nos engañemos: las becas al estudio son una inversión del Estado, no es dinero gratis. La beca la pagarás cuando cotices y por eso te formamos, para ser un buen profesional en tu campo. Pues eso tampoco lo hemos entendido los españoles. 

No hemos sido capaces de exigir seriedad en materia educativa y hemos dejado que progresistas y conservadores impongan sus cuestiones más preocupantes (la Religión o la Educación para la Ciudadanía) , cuestiones que, no nos engañemos, tampoco son las más preocupantes para ellos, sino que son cuestiones con vistas al ELECTORADO, a ganar en las urnas. ¿Le interesa a Wert que la Religión sea obligatoria cuando sus hijos, si los tuviera, irían, seguramente, a un colegio privado con un programa educativo diferente tal vez? No nos engañemos, son guiños, brindis al sol, que hacen a su electorado para demostrar que son partidos progresistas o conservadores.

Las becas: el Santo Grial de la Educación en los últimos meses. Aumenta su presupuesto pero también los requisitos, ¡qué vergüenza!, dirán algunos. Las becas tampoco interesan a la clase política, que pueden pagar los estudios de sus hijos de una forma holgada saquen buenas o malas notas. Y los resultados de sus hijos tampoco les interesan, encontrarán trabajo como asesores en cualquier gobierno regional o ministerio. ¿Y la sociedad: se ha preocupado todos estos años por el sistema de becas? ¿Hemos exigido que nos informen sobre el dinero en becas y todo lo que tiene que ver con ellas? Vuelve Santa Bárbara.

Ahora que salimos a la calle con una camiseta verde en defensa de la Educación Pública podríamos tener conciencia y memoria para acordarnos que este tipo de cuestiones tienen que estar siempre en la mente de la sociedad. Siempre pendientes de un cambio, exigiendo estabilidad y garantías, exigiendo calidad y resultados.

De aquellos barros, estos lodos. 

miércoles, 9 de octubre de 2013

Las calles limpias

No vivo en Madrid y no puedo comprobar cómo están las calles del centro pero sí puedo comprobar cómo están las calles de mi ciudad y no creo que se diferencien mucho de las de Madrid o, como veo en las noticias, de las de Benidorm: hay muchas personas mendigando, pidiendo limosna. 

Son personas que están en las puertas de las iglesias, de las tiendas, de los supermercados, de los centros comerciales, etc. Personas que, de una manera educada (es mi experiencia) piden ayuda porque no tienen recursos con los que vivir. Desde mi punto de vista son personas que por mala fortuna (o por negocio, no nos olvidemos de este caso) se ven obligadas a vivir en la calle y pedir, personas que hace unos años iban como yo o como nosotros por la calle y veían a las personas que entonces no podían vivir en otro lado que en la calle. Personas que hace pocos años tendrían un trabajo, una casa, familia, amigos... Una vida, al fin y al cabo. Ni nosotros ni ellos tienen la culpa y tampoco tenemos la solución. No, no tenemos la solución.

Estas personas son víctimas de una feroz y voraz (y cualquier adjetivo se queda pequeño) crisis que, a pesar de lo que quieran decir los políticos, sólo se deja sentir en la población "normal": las clases bajas, medias y medias-altas, a los trabajadores, a los estudiantes, a los pensionistas. A las personas que ni son políticos ni tienen familiares cercanos que lo sean. Sí, es así de crudo pero es la realidad. Los que hace unos años paseaban por la calle y ahora viven en ella pueden ser acompañados por nosotros, los que ahora paseamos por la calle. Esperemos que no sea así, que no haya nadie así. 

Sin embargo, de un tiempo a esta parte todos los políticos de todos los niveles (locales, regionales y nacionales) se han preocupado por la imagen que vemos los ciudadanos y los TURISTAS por las calles de gente pidiendo porque, no nos engañemos, ver a Dora la exploradora en la Puerta de Sol es ameno para los niños, oír un músico en la calle Preciados es divertido para los jóvenes y adultos pero ver unos mendigos en la Puerta de Sol Y en la calle Preciados, eso no es ameno ni divertido.

"Hay un problema -dirá Ana Botella, alcaldesa de Madrid- y es que el turismo ha descendido y la mendicidad se ha incrementado". Habrá que buscar una solución entonces. ¿Ayudar a esas personas? ¿Construir albergues? ¿Darles trabajo? ¿Proporcionarles una vivienda de alquiler social? ¡No! ¡Eso es una barbaridad! Les multaremos por estar en la calle pidiendo. La lógica de esta mujer es aplastante. 

De Madrid nos vamos a Benidorm, cuyo ayuntamiento ha aprobado una normativa que prohíbe vivir en la calle y mendigar, de manera que se comprará un billete para EXPULSAR de Benirdorm a ese mendigo y llevarlo a su lugar de origen. Mira, por lo menos va a ver mundo. 

Esto es pura ESTÉTICA. "Ojos que no ven, corazón que no siente". Si la población no ve gente mendigando, pensaremos que hay trabajo y que las cosas van bien. Esto es maquillaje pero detrás del maquillaje, la que tiene un grano, tiene un grano y el grano no se esconde. 

Sin embargo, esto no deja de ser HIPOCRESÍA. Las personas que hace unos años estaban trabajando y tenían, como he dicho, una casa, una familia, amigos, etc., pagaban religiosamente sus impuestos a un Estado que ahora les da la espalda. Pagaban impuestos a un ayuntamiento que ahora los expulsa. Pagaban impuestos a un Estado que ahora les niega cualquier ayuda. ¿Esto es justicia?

No obstante, lo que sigue y seguirá ocurriendo es que los ciudadanos "normales" seguiremos viendo a estas personas, que nos removerán nuestro corazón, y les daremos limosna o comida, a pesar de que nosotros no tenemos ni la culpa ni la solución de su situación, a pesar de que nosotros no somos los que les hemos negado las ayudas o les hemos comprado un billete para salir de Benidorm. A pesar de todo eso, seguiremos compadeciéndonos de ellos y pidiendo no vernos en su situación pero tenemos que ver, DEBEMOS VER que la solución no es nuestra, es del Ayuntamiento, del Gobierno regional y del Estado. Son ellos a los que se les tiene que remover el corazón a ver esa situación pero, llegados a este punto, yo me pregunto: ¿tiene corazón esta gente?