¡Empecé con el Arte y ahora no puedo parar! Si la última entrada iba dedicada a la obra Apolo y Dafne de Bernini, ésta no puede ser de otra cosa que no fuera otra de las grandes obras de Bernini: El rapto de Proserpina. Esta escultura la hizo antes que la anterior, concretamente entre 1621 y 1622, una obra en la que Bernini no deja escapar ningún detalle y en la que se puede seguir viendo desde diferentes ángulos aportando diferentes visiones, cada cual mejor y más impresionante, si cabe.
Esta obra muestra el instante en que Plutón, el Hades romano, captura, por fin, a Proserpina (Perséfone en la mitología griega) y es que, harto de no encontrar una mujer que estuviera con él, Plutón surgió de un volcán cuando Proserpina estaba con unas ninfas en un lago y decidió raptarla y convertirla en Reina del Inframundo, acompañado del guardían del Inframundo, el perro de tres cabezas, Cancerbero, como se muestra en la escultura. Así, Ceres, su madre y diosa de la agricultura y la flora, se despojó de sus vestiduras y objetos para buscarla, convirtiendo en desierto lo que pisaba y dejando la tierra sin ninguna planta que creciera.
Júpiter, el dios de los dioses, mandó a Mercurio para solucionar este grave problema y éste consiguió que Proserpina tomara seis semillas de granada, fruto de la fidelidad, de manera que, a lo largo del año, sólo estaría con Plutón seis meses y los otros seis, con su madre, la cual adorna toda la tierra con flores y frutos para recibir a su hija. De ahí, que el año tenga mayoritariamente dos estaciones: el crudo invierno triste sin flores y la hermosa primavera.
"Mientras Proserpina juega en aquel bosque y coge violetas o blancos lirios, y mientras con entusiasmo de niña llena los cestos y su regazo, y se afana por superar en su recogida a sus compañeras, casi al mismo tiempo fue vista y amada y raptada por Dite (Plutón): hasta tal punto se apresura el amor. La diosa, aterrada, llama con su plañidera boca a su madre y a su séquito, pero con más insistencia a su madre, y, después de que había desgarrado su vestido desde el escote, las flores recogidas cayeron al soltarse la túnica, y tan gran sencillez hubo en sus juveniles años: también está pérdida provocó un dolor a la joven. El raptor conduce su carro y, llamándolo a cada uno por su nombre, estimula a los caballos y sacude las riendas teñidas de oscuro robín sobre los cuellos y las crines de aquellos..." Metamorfosis de Ovidio.
Siempre me ha apabullado el detalle de esta magnífica obra. Cualquiera diría que los dedos de Plutón están apretando carne, en lugar de piedra.
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