Hoy, hace más bien un rato, durante la comida, mi padre me ha dicho que tengo un problema: "Tú, hija mía, reflexionas y aciertas en mucho de lo que dices, en el 99% de lo que dices (es mi padre y me ve con buenos ojos), pero te quedas en lo que debería ser y no en lo que en realidad es". Yo, que siempre me enzarzo en discusiones con él sobre el tema que sea, le he contestado: "Es que lo suyo es que lo que yo creo que debería ser y lo que en realidad es no tienen que tener muchas diferencias". Asumo lo ilusa que soy.
Por eso hoy quiero reflexionar y lo quiero hacer sobre un tema que me viene rondando por la cabeza ya bastante tiempo. Quizá sea como una idea que tengo que sacar y que quiero sacar para quedarme más tranquila. O para que el que me lea también reflexione, un buen ejercicio al que no hay que apuntarse en un gimnasio. Bien, como muchos ya sabréis, el pasado 18 de agosto se celebró el aniversario del asesinato de Federico García Lorca y me parece un buen enlace con lo que quiero escribir. Yo, que he leído más sus obras de teatro que sus poemas, podría poner aquí alguno de ellos y considerar que ya le he rendido un homenaje pero este año quiero hacerlo mejor: este año quiero reflexionar con Federico García Lorca. Con él, de él, sobre él... dejadme que crea que sigue vivo porque lo está, aunque sea en nuestro interior al recordarlo siempre, aunque sea en sus obras y sus poemas, aunque sea en su espíritu de cultura y enseñanza.
Lorca fue asesinado, con todas las letras, un 18 de agosto de 1936. Sí, se lo llevó aquél verano sangriente que llamamos los historiadores, se lo llevaron los hombres llenos de odio que le dispararon en su Granada. García Lorca es un ejemplo más de lo que eran los "putos rojos". Cada pueblo tiene un García Lorca que fue fusilado. Quizá no eran poetas, quizá no eran dramaturgos pero estoy segura que pensaban y reflexionaban y luchaban por sus ideas y querían un mundo mejor y una sociedad mejor y un país mejor. Estoy segura de ello y por eso digo que cada pueblo tiene un García Lorca que fue asesinado, no ya en 1936, sino hasta 1975.
Lo que me lleva a esta reflexión son las numerosas noticias que, atónita, leo en cada periódico y todas siguen el mismo patrón: un joven vinculado a un cierto grupo político hace referencia a la Guerra Civil, a Franco, al 18 de julio con cierto tipo de aprobación y añoranza. Y yo, que no tengo más años que estos jóvenes que digo y que, incluso, puedo tener alguno menos que ellos, me pregunto: ¿sabrán lo que dicen? Yo me pregunto si de verdad son conscientes de lo que están diciendo, de lo que sus palabras y a veces gestos, significan e implican. Yo creo que no lo saben...
Afortunadamente, lo que yo sé de España desde el 18 de julio de 1936 ha sido porque lo he escuchado en mi casa y porque lo he estudiado en el instituto y ahora en la universidad. Y es lo que me deja atónita: cada persona podemos tener nuestra ideología y nuestros pensamientos pero, tomando los hechos desde el punto de vista de la Historia objetiva, ¿cómo puede haber alguien que desee volver a esos años? Voy a explicar lo que fueron esos años.
Una guerra y más si es civil, empobrece un país, lo divide hasta muchos años después, lo divide de tal manera que hasta familias enteras se fracturan y nunca más vuelven a tener relación. Un país en guerra es un país en el que puedes estar en la calle y te pueden bombardear (mirad Guernika). Un país en guerra supone la autodestrucción de sus infraestructuras, sus edificios, sus pueblos, sus carreteras, sus vías de tren, sus puertos, sus redes de comunicación... Una guerra es una ruina. Ése es el punto al que yo llego tras una reflexión pero queda todavía.
¿Y la posguerra? La posguerra es hambre y miseria. Es exilio y muerte. Sigue siendo pobreza y destrucción. Durante bastantes años. Éso es una posguerra pero todavía queda.
¿Y si añadimos las circunstancias extraordinarias que se daban en el mundo a partir de 1936? A estos factores debemos sumar el maniqueísmo ideológico que no sólo estaba presente en España, sino en todo el mundo. Sumemos también el vacío internacional que hubo durante nuestra Guerra Civil. Sumemos las ayudas que recibieron ambos bandos y veremos que la guerra se alargó durante 3 largos años. ¿Cómo puede soportar un país tal catástrofe? Me estoy dejando lo mejor todavía: sumemos que, cuando en España acabó el conflicto civil, estalló otro a nivel internacional: la Segunda Guerra Mundial. Me dirán: "pero España no participó en ella, fue neutral". La neutralidad es bastante discutible pero no lo es el empobrecimiento de todo un continente, como tampoco lo son los planes que tenía Franco para España, que no eran otros que participar en la misma apoyando al Eje Berlín-Tokio-Roma. Más pobreza y miseria.
Éso es 1936. Éso es lo que nos dejó 1939. España no consiguió recuperarse hasta la década de los sesenta y tampoco fueron muchos los grandes avances. ¿Queremos volver a eso? Volver a juicios sumarísimos (con mucha suerte el que los tenga, porque muchos asesinados ni tuvieron un juicio), volver a los ataques intempestivos tras la más mínima sospecha, a la denuncia entre vecinos, volver a la autocensura personal a nivel ideológico, a nivel sexual y de género, etc. ¿De verdad alguien quiere volver a eso?
Por eso mismo escribo estas palabras, para ser conscientes de lo que afirmaciones o gestos a favor de esto tienen detrás y para ser conscientes de lo que significan. Es muy fácil pedir la vuelta del 18 de julio sin pensar lo que ello conlleva pero es muy difícil pensar que podamos vivir algo así, algo que, desgraciadamente, sufren muchos países hoy en día. No nos tenemos que ir a 1936 para ver guerras civiles, miseria, hambre y destrucción, vayámonos a Siria, Oriente Próximo, Egipto... ahí podremos ver de primera mano lo que es un conflicto bélico y, quizá, nos ayude a reflexionar.
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